Responsabilidad indelegable del Estado

Por: Pedro Simoncini,
Presidente de Programas Santa Clara


La irrupción de la televisión en el mundo de las comunicaciones ha centralizado a nivel mundial, la discusión sobre su responsabilidad social en vista de la trascendencia que implica su capacidad de vincular con audio e imágenes en forma instántanea y simultánea a millones de seres de un extremo al otro del planeta.
En materia de educación, -prioridad indiscutible e indelegable del Estado- la televisión de servicio público constituye el gran instrumento moderno de alfabetización, enseñanza en todos los niveles curriculares, educación a distancia no presencial y desarrollo de políticas culturales, entre otros asuntos de interés educativo.
En Argentina poco se ha hecho en materia de televisión educativa y cultural, aunque este medio haya nacido como televisión estatal hace ya casi 50 años -el 17 de octubre de 1951- con lo cual la imagen de televisión pública en este país ha estado prioritariamente identificada con Canal 7, cuya evolución demuestra que no correspondió a las expectativas de la comunidad y hoy, al cabo de medio siglo de existencia, aún seguimos debatiendo sobre su necesidad, organización, objetivos y mecanismos de mantenimiento.
El mundo muestra numerosas y variadas alternativas, desde la multiplicidad de la PBS de Estados Unidos a la monolítica BBC inglesa, pasando por las experiencias canadiense o australiana. Aún en nuestro propio continente, países como México y Brasil han estructurado eficientemente el aprovechamiento sistemático de la televisión en beneficio de su educación.
En cuanto a nuestro sector privado, sólo ha participado esporádicamente en la televisión cultural y educativa. A partir del desarrollo de la televisión por cable, hoy existe una mayor disponibilidad de programas documentales, culturales y educativos, aunque lejos aún de la cantidad deseable y necesaria.
Cambiar esta realidad en el más breve plazo posible constituye un desafío vital para el futuro de nuestros descendientes en el duro mundo competitivo que les tocará enfrentar. Sólo nos falta la vocación para cumplir esa tarea y la firme decisión política de llevarla a feliz término.

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III Cumbre Mundial sobre TV Infantil

Por: Sara Shaw de Critto,
presidente de FundTV

El impacto que producen los medios en los chicos es tal que se puede decir que los mensajes que reciben van conformando su visión del mundo, sus enfoques sobre las distintas realidades que perciben y, sobre todo, van nutriendo las bases de sus futuras personalidades y modos de vida.
La televisión tiene efectos en sus audiencias y esto nadie lo pone en duda.
«A la industria de la televisión le encanta afirmar que influye en la gente. Las estaciones de radio y televisión aseguran a los anunciantes que tienen el poder de influir en las preferencias de los consumidores para que elijan ciertos productos» (1).
Además de vender objetos de consumo, se promocionan valores, hábitos y actitudes.
Esto puede ser favorable o desfavorable, sobre todo para las audiencias más vulnerables, como son las de los niños y jóvenes.
«Si se cree que nadie puede ser corrompido por un libro, es necesario creer que nadie ha sido enriquecido por un libro». Lo mismo se puede esperar de la programación televisiva, que puede ser enriquecedora o, por el contrario, perjudicial.
«Es difícil precisar los efectos que un libro, una película o una obra de teatro tienen sobre una persona. Se han prohibido luchas a muerte como en el circo romano, riñas de gallos, toros u osos. Ninguna sociedad es indiferente a la forma en que la gente se entretiene públicamente» (2).
Por esto es tan importante promover la 3ª Cumbre Mundial sobre TV Infantil a realizarse en Tesalónica, Grecia, del 11 al 15 de marzo del 2001, y destacar el esfuerzo de la ECTC (European Children´s Television Centre), que trabaja activamente auspiciando los esfuerzos que se realizan para situar a la televisión dirigida a los niños como un tema prioritario en la sociedad, y para reestructurar y reforzar ese mercado televisivo.
La televisión en general tiene que tender a que sus programas no respondan a lo exclusivamente comercial y de corto plazo, sino que cada vez tiendan más al bien común. Esta aspiración tiene su fundamentación en que los medios no se rigen como propiedad privada, sino que atraviesan espacios públicos.

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