En una época en la que las emociones se pasteurizan y tecnifican, producto de una cultura globalizada en donde hasta los gustos y las preferencias ajenas se toman como propias, la televisión continúa a pasos acelerados en su vorágine de propuestas cada vez más vinculadas a las finanzas, los números y los ratings.
Con paradigmas y complejidades de significativa magnitud: una programación sujeta a resultados que incluye un desaforado culto a la belleza, sexo, dinero y adrenalina; todo esto con altas dosis de historias en las que la gracia y lo inteligente consiste en la frivolidad, lo bello o lo feo, la batalla por el poder, la infidelidad, la indiferencia por el prójimo y la carrera por el botín, con una tendencia a convertir esto en el pan de todos los días. La cadena británica BBC1 reclutó 30 voluntarios que no se conocían entre sí, dispuestos a vivir en una isla desierta por un período de un año para ser observados y filmados las 24 horas del día. El proyecto, llamado Castaway y presentado como una «experiencia sociológica», en realidad no es más que el origen de una nueva raza de documentales.
Pero hay quienes se han pronunciado cuestionando este tipo de «ciclos»; en Holanda, el programa Big Brother, de similares características, fue severamente criticado, pero la televisión europea y de Estados Unidos parece confiar en este tipo de programas como una fuente inagotable de rating, al menos a corto y mediano plazo. Pues lo que casi siempre pasa con los furores televisivos es que una idea que es aceptada a nivel planetario luego cae en el total desinterés.
Bajo esta nueva ola de propuestas televisivas, el equipo periodístico de TVMAS se dedicó a buscar fuentes , testimonios y entrevistas para conocer cuál es el criterio de los ejecutivos de la televisión hispanoparlante a la hora de programar, que arrojen resultados que se traduzcan en rating y generen ventas (pauta publicitaria). En Estados Unidos, la cadena Univision se enfrenta este mes con las cadenas de idioma inglés, aduciendo que en los reportes de rating que presenta la empresa Nielsen Media Research no están bien representados los hogares latinos, y es que los dólares acompañan a los ratings en todas partes del mundo.
La programación, más allá del claro criterio y el buen juicio que tienen los ejecutivos encargados de armar las grillas, ya sean canales abiertos, de cable y satelitales, está directamente vinculada con las finanzas. El presidente de Universal Television Group admitió que «nuestro negocio no existe sin los mercados extranjeros».
Para hacer una comparación, la comercialización de las series norteamericanas en mercados principales como Europa, más precisamente en países como Alemania, se efectúa a un promedio de 175 mil dólares por episodios de una hora; el precio de las series inglesas en ese mismo mercado se reduce a 150 mil, en tanto que se paga 60 mil por una tira francesa y 40 mil por italianas o españolas. Pero en América latina, esas mismas series no llegan a 10 mil dólares por episodio en mercados como México, Brasil o Argentina.
En Latinoamérica, los programadores de televisión abierta apuestan por las telenovelas, la programación en vivo y las noticias; en cambio, los canales de cable apuntan a los deportes, musicales, documentales y animación, con una fuerte competencia con quienes programan películas y pay per view.
La producción original también pasa por un buen momento en países como Chile, Perú, Colombia, México, Argentina, Brasil y Venezuela, y los distribuidores confirman que, definitivamente, en el negocio de la televisión el contenido es el rey.